The conversation, 25 de febrero de 2017
Es difícil pensar para un ciudadano de un país rico e industrializado que la producción de alimentos sea uno de los mayores desafíos al que se enfrentará en los próximos años, cuando todo lo que necesita para alimentarse hoy en día lo encuentra en el supermercado más próximo
En efecto se prevé que para el año 2050, la población humana habrá pasado de los actuales 7.500 millones a acercarse a los 10.000 millones de habitantes.
Lo anteriormente dicho supone más que un desafío, ya que para poder alimentar a tanta población habrá que casi duplicar el actual volumen de alimentos en tan solo tres décadas. Y todo ello con los factores añadidos de la creciente sequia provocada por el cambio climático y los efectos colaterales de la aplicación indiscriminada de herbicidas y plaguicidas al suelo.
A medida que se intensifica la agricultura también se intensifican los impactos ambientales con una creciente erosión del suelo y la consiguiente reducción de la biodiversidad que están llevando en muchos casos al límite a la agricultura
En la medida que avanzan las investigaciones sobre el suelo se demuestra que la vida de este es importantísima para la salud del ecosistema y presenta una enorme diversidad, que abarca desde los organismos microscópicos y unicelulares hasta animales grandes que cavan túneles i airean la tierra.
La vida dentro del suelo es semejante a la que está sobre él. Tal vez la diferencia principal entre la ecología del interior del suelo y de la zona de contacto suelo-atmósfera consista en que en esta última los animales desempeñan en forma preponderante el papel de consumidores, mientras que en el interior del suelo los microorganismos son los descomponedores principales, siendo en su gran mayoría organismos unicelulares y microscópicos, que en su conjunto se les denomina microbiota.
Existen prácticas para aplicar microorganismos a los sistemas agrícolas, y producir transformaciones deseables como la fijación del nitrógeno, adquisición del fósforo, una mayor degradación o resistencia a enfermedades, etc. Una de estas prácticas es la inoculación microbiana; otra es la bioremediación que es un método económicamente viable para tratar en la recuperación de suelos contaminados, mediante el uso de inoculadores microbianos.
Estas prácticas son útiles cuando los suelos están muy degradados, pero en suelos ecológicos encontramos un equilibrio entre la microbiota altísimo, por lo que no es necesario recurrir a estas prácticas, muy criticadas por algunos investigadores, ya que incluyen la entrada de microorganismos de unos ecosistemas a otros, con el desplazamiento de los autóctonos.
Recientes investigaciones resaltan el interés creciente de estos microorganismos para mejorar los suelos y con ellos la agricultura.
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